miércoles, 17 de diciembre de 2008

CALLEJONES SIN SALIDA


Creo que fue Woody Allen el que firmó la frase: "Comedia es igual a tragedia más tiempo", fórmula a la que intento autorremitirme cuando las cosas se tuercen. No sé pq a veces nos perdemos en presentes vacuos, que como callejones sin salida, nos acorralan hasta llegar al punto de producirnos cierta sensación de asfixia. Todo podría ser tan sencillo, tan fácil... que resulta rematadamente estúpido obcecarse en seguir dando vueltas en ese dichoso callejón que no nos conduce a ninguna parte. Tampoco entiendo mi tendencia innata en querer permanecer por más tiempo en realidades que no acaban de convencerme. Lo intento, intento buscar una salida, pero sin renunciar a la dirección tomada, y me estrello (inevitablemente) una vez tras otra contra las mismas paredes.Quisiera adoptar un pensamiento práctico, la teoría de como funciona la tengo toda en la cabeza, pero a la hora de aplicarla... hay emociones y esperanzas por las que no me permito hacerlo. Inviertes esfuerzos en un proyecto, le metes horas, ilusiones, trabajo (el amor, como cualquier otra guerra tb es un empleo), y sinembargo nada parece dar los resultados que uno espera, y aun así, te sigues obcecando en que la empresa fructifique.
Cuando salga del callejón en el que a fecha de hoy me hallo metida (no perdida, pq conozco perfectamente cual es la salida), muy probablemente miraré hacia atrás y sonreiré. De momento sigo intentando encontrar un agujero por el que colarme y seguir avanzando entre las paredes que me obstino en atravesar.

jueves, 11 de diciembre de 2008

PROFUNDA SUPERFICIALIDAD









Llevo unos cuantos días de parón social, por unas cosas y otras no estoy quedando con toda la frecuencia que me gustaría con mi gente. Echo de menos los cafés acompañados de tertulia, o las cañas entre risas. Me viene a la cabeza ahora una película (¿cómo no?), en esta ocasión se trata de "En la ciudad", tercer film dirigido por el realizador catalán Cesc Gai. A grandes rasgos la cinta versa sobre las vidas de un grupo de amigas, que se ven casi a diario, quedan para comer, para tomar algo, y ahí sentadas se cuentas sus cosas... o las que se quieren contar, pq detrás de sus pluscuamperfectas existencias se esconden secretos inconfesables (mentiras, infidelidadades, vacíos... etc...
Desde siempre, en nuestra sociedad, ha imperado la máxima "vicios privados, virtudes públicas", "life motive" bajo el que vivimos estigmatizados, y alejados (a mi parecer) de la cruda realidad, para sobrellevar el peso de nuestros días y de nuestras conciencias mejor. Nos encadenamos a las apariencias por un simple anhelo de "encajar", de no resultar discordantes, pero seamos realistas: Todos estamos hechos del mismo material. De sueños, deseos, frustraciones, miedos, egoísmo...
El otro día, conversando con una íntima amiga (ex compañera de piso también), salió este mismo tema. Ella es de un pueblo pequeño (400 habitantes), y me comentaba lo hipócrita y vacío que le resultaba tomar el café en el bar, rodeada de la gente con la que había crecido. Me explicaba que la manera de relacionarse allí se basaba en ocultar el 90% de lo que cada uno es y piensa (que viene a ser lo mismo). Todo superficial, nada que pueda dar que pensar o que hablar, unas cuantas partidas al guiñote, un par de cañitas, risas, y poco más. Me decía que no conocía realmente a nadie de su pueblo, y que porsupuesto, nadie la conocía a ella. Me dio que pensar, porque en mayor o menor medida eso nos pasa a todos. A mí, personalemente, ese tipo de relaciones no me llenan, me hacen sentir vácua, como alienada de mi misma, empobrecida.
Me gusta lo auténtico, me gusta habalr de lo que siento y pienso, me gusta profundizar y llegar a lo más profundo que me sea posible, no me gusta quedarme con la corteza, pq no es más que un envoltorio, pq no me cunde, no me alimenta. Pero es cierto que en muchas ocasiones me he enfundado el traje de la impermeabilidad, para no dejar que traspasen al exterior mis pensamientos o mis estados de ánimo. Escupo una sonrisa, seguida de un "todo va bien" , y así abreviamos y podemos seguir con la partida de cartas, pq lo importante (a veces) no debe interrumpir a la estupidez... tampoco le interesaría.

DEL YO AL NOSOTROS

Hace tiempo estuve hablando con una psicóloga que me explicó la existencia de diversos niveles de "amar". A grandes rasgos, me vino a decir, que en principio el sentimiento sule ser egoísta (pensamos realmente más en nuestras necesidades que en las del otro). Es esa fase del amor a uno mismo proyectado hacia el otro, del que esperamos que nos complazca en todos los sentidos, sea manteniendo relaciones sexuales, agrandando nuestro ego... La psicóloga me explicó que el nivel superior consistía en el amor desinteresado, aceptar al otro sin intentar amoldarlo a nuestras necesidades, comprenderlo, amarlo por encima del egoísmo, sin sentir resquemores de ningún tipo.
En un ejercicio de sinceridad debo admitir que sobre el papel, ese segundo nivel, es algo ideal, pero en la práxis de mi vida ha resultado utópico, jamás real. No voy a ser hipócrita, y si alguna vez he sido servicial con mis parejas, ha sido esperando algo a cambio. Muchas veces ese "quid pro quo" no llegó a producirse, y la sensación de frustración vino acompañada por la ira y el resentimiento.
Ahora, a mis 31 años, vivo embarcada en otra relación (lo he comentado ya en este blog), y lo cierto es que si bien todavía vive la parte egoista en mí, noto que paulatinamente va perdiendo poder sobre el control de mis emociones, y que por primera vez en todas mis vidas, creo que es posible llegar a ese segundo nivel. Evidentemente me falta mucho para alcanzarlo, pero almenos veo la posibilidad de lograrlo. Y no ews que para ello esté teniendo que renunciar a quién soy ni a mis necesidades, sinó que estoy entendiendo a la persona que está conmigo, y eso me hace asumir como naturales determinadas reacciones por su parte, sin frustrarme cuando no dice lo que yo esperaría que me dijera, o cuando no tiene el gesto que a mí más me complacería que tuviese. Estoy aprendiendo a leer a mi pareja, a comprenderla, a disfrutarla tal y como es.
Igual os suena estúpido lo q he escrito, tal vez ya hayais experimentado 8hace siglos) lo que aquí os hablo, pero para mí es algo muy nuevo.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Te esperé en soñolientas estaciones de trenes,
Habitadas por almas vagando a la deriva,
Entre vías muertas y ensombrecidos andenes,
Sin saber que te esperaba ni si acudirías.
Te aguardé en gélidos hangares de madrugada,
Con la boca seca y ojerosa la sonrisa,
Quise esperarte sin sospechar que te esperaba,
Entre gentes sin rostro que caminan con prisas.
Y te aguardé en muelles con aliento a salitre,
Mirando sin mirar a las olas que agonizan,
Viendo llegar buques en los que nunca viniste,
Sin saber tu nombre ni si tal vez existías.
Y al fin un atardecer, el menos anunciado,
Identifiqué tu cara, tan desconocida,
Jamás te había visto antes, y sin embargo
Presentí que te había visto toda la vida.
Te acercaste a mí con tus andares de gacela,
Supe que te había aguardado más de mil días.
Nos encontramos, me miraste y diste la vuelta
Y entendí que no llegabas sino que te ibas.

viernes, 5 de diciembre de 2008

TODOS PODRÍAMOS SER CUALQUIERA

Resulta curioso mirar atrás y comprobar como se ha ido evolucionando (y hasta cambiando) con el lento compás del tiempo, ese inexorable goteo de segundos que va erosionando nuestras formas. Creo que todos, a lo largo y ancho de nuestras respectivas existencias, hemos sufrido nuestra particular metamorfosis, todos somos (de alguna forma o manera) Gregorio Samsa (protagonista de la novela de Kafka, "La metamorfosis"). La diferencia estriba principalmente en que si bien el personaje de la obra cambiaba de forma repentina, mutando en una naturaleza diametralmente opuesta a la suya, nosotros vamos sufriendo ese cambio de manera gradual. En esencia seguimos siendo los mismos (al igual que el personaje), pero muchas de nuestras características han ido evolucionando (o involucionando, pq no?), y vamos ajustándonos a esa nuevas circunstancias, redireccionando algunos de nuestros comportaminetos para adaptarnos al medio. Es llegado este punto en el que me planteo si lo que verdaderamente cambiante es el entorno, y si nuestro cambio se debe a esa necesidad de supervivencia de la que el ser humano está dotado. Me refiero a que si en el supuesto de que lo que nos envuelve permaneciera inmutable, y las circunstancias siguieran siendo siempre las mismas, cosa por la cuál no nos veríamos obligados a diferir en nuestros comportamientos, ¿se´guiríamos siendo cómo siempre fuimos? Ortega y Gasset sentenciaba: "yo soy yo y mis circunstancias", así que en función de éstas vamos perfilando nuestro comportamiento y nuestros enfoques. Somos producto de muchos factores (no sólo los genéticos), y el medio que nos ha ido rodeando, ha tenido que ver (indudablemente) en la persona que a día de hoy encarnamos.
En diversas ocasiones he tenido que asistir a la toma de declaración de detenidos, en la mayoría de los casos eran personas que al no poder costearse los servicios de un abogado, accedían a la representación jurídica mediante el llamado turno de oficio. Se trataba de personas de vidas desencajadas, aquejados del estigma de la marginalidad, y motivo de mofa por parte de la parte de la sociedad más acomodada. Esperpentos sacados del mismísimo Callejón del Gato, que en su día plasmó magistralmente Valle-Inclán. Quedarse con la mofa, la burla fácil o el escarnio sería superficial, pq cualquiera de nosotros podría ser como ellos, si tal vez nuestras circunstancias hubiesen sido las mismas. No quiero decir con esto que sea imposible romper con la dinámica, y salir del círculo vicioso, pero hay que ser realista: Es muy complicado escapar de los propios condicionantes. Todos mis respetos.

jueves, 4 de diciembre de 2008

AUTOPROTECCIONES


Siguiendo con lo que parece ser se está convirtiendo en mi tónica o filón argumental a la hora de escribir en este blog, voy a dedicar el post a otra película, en este caso a "Martín Hache", coproducción hispano-argentina (1997), dirigida por Adolfo Aristarain, e interpretada por Federico Luppi, Cecilia Roth, Eusebio Poncela y Juan Diego Botto. Para los que no hayais visto el film éste narra (a grandes rasgos) el reencuentro de Hache (Botto) con su padre (Luppi). Tras divorciarse el personaje interpretado por Luppi emigra a España, dónde ha rehecho su vida junto a su novia (Roth). Su ex mujer ha hecho lo propio en Argentina, y el hijo de ambos, de 19 años, parece no tener cabida en la nueva familia formada por su madre, por lo que se traslada a España para vivir con su progenitor. Una vez en este país, el joven recién llegado se integrará en el micromundo en el que su padre habita, un reducido círculo en el que a parte de los mencionados Luppi y Roth, también tiene cabida el único amigo del primero, Poncela.
La película habla sobre la incomunicación, el personaje de Martín (padre) fundamenta su existencia desde la máxima: "el que ama está expuesto al dolor", por lo que se arma de corazas para vivir con el menor riesgo posible de sufrir otro desengaño como el que le llevó a abandonar su tierra natal. Paradójicamente los personajes que le acompañan se revisten de una fuerte carga de intenidad emocional (Poncela se autodefine como epicúreo), y su novia (Roth) vive entregada a su relación con Martín padre, muy probablemnete a la espera de que éste empiece a bajar las murallas de autoprotección con las que trata de salvaguardarse.
Me llama la atención como el personaje de Luppi, si bien por una parte toma todas las precauciones para no dejarse llevar por el caudal emocional, por otra se rodea de pocos pero intensos acompañantes como compañeros. Muy probablemente lo que le aterra es lo que más le atrae, y precisamnete por ello los pocos con los que se interrelacionan irradian lo que a él le falta. No se atreve a exponer su vulnerabilidad ni sus flaquezas, y sinembargo frecuenta a personas altamente emocionales. De nuevo, como en mi anterior post, no puedo evitar realizar la comparativa y resaltar los rasgos con los que me veo identificada con la trama del film. En este caso mi personaje sería el de Cecilia Roth, la mujer que intenta esperar paciente una reacción por parte de su compañero (en mi caso compañera). Me pregunto el porque de tantas precauciones a la hora de entregarse en una relación, y me viene a la mente una frase de otra película (en este caso mexicana), la pronunciaba el personaje de Maribel Verdú en "Y tú mamá también", y rezaba algo así: "la vida es cmo las olas, por eso hay que darse entero al mar". El miedo, las malas experiencias, el temor a ser lastimado, a resultar ridículo o a no ser aceptado, sólo acaba sirviendo de obstáculo a la hora de estrechar vínculos. Uno ha vivido más cunatas más cicatrices conserva.
Derribar muros es una tarea árduo complicada, pero gratificante, aunque en ocasiones esos muros van cediendo tan poco a poco que su caída apenas ya nos complace.
El nihilismo que desprende el personaje de Luppi, su negación de todo para autopreservarse acaba destruyendo a los que le rodean, por la impotencia que conlleva dar con los puños contra un muro que ni se inmuta. Esquivar las manifestaciones verbales de afecto para no tornarse vulnerable acaba resultando un método asfixiante para los que le rodean y para él mismo.
Lo único que tengo seguro es que no voy a terminar como el personaje de Cecilia (no lo revelo por si quereis ver la peli), no soy tan extremista, y ya hace algún tiempo aprendí que una retirada a tiempo es una Victoria. De momento me quedan fuerzas de sobras para seguir aporreando esa hierática pared... Me gustan los retos, deseadme suerte!

miércoles, 3 de diciembre de 2008

DESIDERIAS

Desideria Oliván es mucho más que la protagonista de la novela de Gala, "La pasión Turca", Desideria encarna un arquetipo de mujer o de forma de sentir que con frecuencia podemos reconocer, con relativa facilidad, en algunas de las historias de los que nos rodean e incluso en algunos capítulos de nuestras vidas. En la novela, la protagonista abandona una vida cómoda (a la par que insulsa para ella) al lado de su marido, por la pasión desordenada y destructiva que (irremediablemente) siente por su amante turco Yaman, quién la somete a sus antojos hasta el punto de degradarla. Desideria renuncia a su propia voluntad para abandonarse y claudicar en pos de una desaforada pasión hacia el que caba convirtiéndose en su amo y señor. Repaso mentalmente las historias de las amigas que pueden guardar cierto paralelismo con el relato de Gala, y es sorprendente la cantidad de ellas que termino reconociendo, encajando en demasiada medida con el papel. Hasta a mí misma en algún capítulo de mi vida, me veo interpretando esa vejatoria representación. Y es ahora, desde la cordura que confiere la distancia (llamémosle perspectiva) que me atrevo a realizar un ejercicio de autocrítica. Es curioso que cuando leemos la novela, o cualquiera de nuestro entorno nos relata el trancurso de una truculenta relación en la que se halla inmersa, nos escandalizamos al comprovar la incapacidad de la interesada para salir de una situación tortuosa e insana. Nos carga las venas de impotencia asisistir como convidadas de piedra a la autoinmolación de la persona que se deja someter por otra, malbaratando su bienestar al lado de quién claramente no lo conviene... Encambio, cuando en mi día me enfundé en el traje de Desideria, y malviví mi particular "Pasión Turca", actué tan mal como cualquiera de las demás. De nada sirvieron los intentos de rescate que se me brindaron, ni los acertados consejos que se me dieron... Yo deseaba permanecer ahí, en ese tejado de zinc recalentado por el sol (como la heroina de Williams), ese era mi logro, mi triunfo, mi meta... Ahora me asombra, y hasta en cierta medida llega a producirme lástima el reconocerme en una situación tan precarea. Fue una falta de respeto hacia mí misma y hacia los que verdaderamente me quieren.
Me pregunto qué insidiosa fuerza hace que nos lleguemos a atar a un yugo tan pesado, y porque razón insistimos en seguir acarreándolo, a pesar de las lágrimas y el sufrimiento que nos provoca. Tal vez por eso las "pasiones" suelen tener bien acotado el tiempo de su existencia, y en la mayoría de casos que conozco (curioso dato) es el sumiso el que acaba revelándose y rompiendo el pacto. Al sádico ya le va bien que el sometido siga aguantando, y tensará más y más la cuerda, hasta que ésta se rompa o ahogue por completo a su subyugado. De ahí la importancia de los límites, de marcarlos bien desde un principio, para que la personalidad dominante no campe a sus anchas y acabe convirtiéndose en un mónstruo. Me viene a la cabeza la idea de Hobbes, auqella de que el hombre es un lobo para el hombre ("homo homini lupus est") y que por ello los hombres llegan a un pacto por el que ceden parte de sus derechos individuales a un soberano, a cambio de su protección; la llamada teoría del pacto social, aplicada en las relaciones con el Estado. A mi entender este esquema también podría aplicarse a las relaciones interpersonales entre semejantes, y algo similar ocurre en las relaciones de pareja, existe una especie de trueque. Los implicados ceden parte de su individualidad a cambio de una cierta idea de protección y concupiscencia, el problema viene cuando empiezan a cederse demasiadas parcelas, y el Leviathán (el mónstruo) crece y crece, paulatinamente, hasta prácticamente anular al otro. Cabe decir aquí que yo nunca culpé a mi particular Mónstruo, pq en todo momento tuve la posibilidad de dar carpetazo e irme. Yo fui quién no paró de alimentarlo, hasta que se convirtió en algo gigantesco e insoportable, y precisamente ahí fue cuando llegué a mi límite, hice las maletas y me fui. Lo que más me recrimino ahora es haber aguantado tanto, y no puedo servirme de la excusa del chantage emocional, porque bien es sabido que ante el vicio de pedir está la virtud de no dar. Si bien es cierto que esa pareja me lastimó y contribuyó a mi degradación, también lo es que yo (con mi abnegada actitud) puse mi grano de arena para potenciar su lado más déspota y egoísta.
En fin, que cada vez que ponen en televisión la adaptación de la novela "La pasión turca" que Aranda realizó para el cine, no puedo evitar sentir una especie de vergüenza por el personaje interpretado por Ana Belén, y muy probablemente sea por el "efecto espejo" que éste produce en mí.

La que en su día también fue una Desideria

martes, 2 de diciembre de 2008

MEMORIA

¿En cuantas ocasiones de nuestros labios, tras vivir una experiencia desagradable o incluso traumática, habrá salido la frase: "quiero olvidarlo cuanto antes "? Supongo que partiendo de esta socorrida premisa nació el guión para la película "¡Olvídate de mí!", protagonizada por Jim Carrey, Kate Winslet, Kristen Dunst, y Elijah Wood entre otros, y basada en un argumento de Michel Gondry, Charlie Kaufman y Pierre Bismuth. En el (interesante y habilidoso) film, los dos personajes protagonistas, después de finiquitar su tormentosa relación sentimental, deciden acudir a un especialista para que borre de sus respectivas mentes los recuerdos vinculados a ésta. Algo así como un práctico formateo cerebral, que les deje limpios de cualquier detalle que pueda hacer referencia a su pasada historia de amor. Fuera del cine, el olvido es una acción involuntaria, por la que dejamos de guardar en el archivo de nuestras respectivas memorias las informaciones recibidas, quedando estas últimas sepultadas en el inconsciente. Si verdaderamente la posibilidad de formatear nuestros cerebros a nuestro antojo fuera posible imagino que acabarían dándose casos de adicción al novedoso método de suprimir las circunstanias nocivas de nuestras carreras vitales, por lo que no sólo nos encontaríamos con personas enganchadas al bisturí, sinó que aparecería una nueva patología en nuestra sociedad: la de los adictos al formateo.
Creo que todo ser humano ha atravesado momentos más o menos complicados en su existencia, ¿Quién no podría enumerar ahora mismo algún episodio que preferiría no haber vivido? Pero lo edificante de lo malo es el aprendizaje que de él somos capaces de sacar. Cierto es también que cuando el dolor está muy presente, tal vez acudir al especialista del "borrado de recuerdos" sería una tentación demasiado grande para cualquiera, pero afortunadamente la ciencia todavía no ha avanzado tanto y en la presente época que nos ha tocado vivir no existe la posibilidad de vaciar nuestra mente a la carta. Ya el poeta latino Marco Valerio Marcial sentenció que "la posibilidad de disfrutar de los recuerdos de la vida es vivir dos veces", frase con la que estoy completamente de acuerdo, renunciar a la memoria sería algo así como desprendernos del único patrimonio que poseemos, lo malo también puede acabar siendo bueno, y sinó prefiero edulcorar los recuerdos y caer en el "autoengaño" antes que renunciar a un ápice de lo que he vivido.

MENTIRAS PARA VIVIR

El 21 de Febrero del 2008, Cathal Marrow, periodista británico afincado en España, decídia llevar a cabo un curioso propósito: No mentir durante un año. Inspirándose en el dictado del filósofo Kant, quién postulaba que mentir sistematicamente acarrearía desconfianza entre las personas y no se podría vivir en sociedad, pues la confianza es la base primordial para establecer vínculos entre las personas, éste valiente padre de familia ha emprendido el duro camino de NO MENTIR.
En mayor o menor medida todos nos servimos de la mentira a lo largo y ancho de nuestro día a día, sea para preservar nuestra imagen o por no herir a las personas que nos rodean. Lo cierto es que kant no reprueba las llamdas verdades engañosas, como la de San Anastasio, quién remaba en un río cuando los hombres que lo perseguían le preguntaron "¿dónde está el traidor de Atanasio?", a lo cual éste respondió tranquilamente, "no está lejos". Cabría aquí analizar que no es una verdad completa, dado que elude de alguna manera la sinceridad absoluta que entrañaría pasar de las perífrasis y admitir que "está aquí". Pero de todos modos tampoco se puede acusar al Santo de haber mentido categóricamente.
A colación de este tema, me viene a la cabeza el programa televisivo de una cadena privada en el que los concursantes son sometidos a una batería de preguntas, y ellos (con el fin de conseguir el premio económico) van deshojando intimidades ante la atenta mirada de los espectadores y de sus allegados. Dejando a parte si ese concurso está o no amañado, la pregunta que me viene qa la cabeza es ¿quién no esconde algo? Y se me ocurre también que sería un buen colofón para el experimento de Marrow (que a la par le serviría como acto promocional del libro que está escribiendo), que asistiera como concursante al mencionado concurso.
Otro interrogante que se me plantea ahondando en la cuestión es la existencia de las auto-mentiras... Muchas veces nos acabamos autoconvenciendo o autoengañando, para ser capaces de afrontar los propios fracasos, tranformándolos en ajenos, manipulamos y versionamos los recuerdos (tal y como Serrat nos canta en "Los recuerdos", y así cerramos traumas y heridas, para que no nos duelan tanto y finalmente, adulterando los matices, logramos restaurarnos la sonrisa. Y ahora es cuando me planteo lo nocivo de la verdad, ¿quién es más feliz? el que aborda su vida intentando eludir (en la mayor medida de lo posible) las mentiras, o el que la edulcora con los matices (sin que se le vaya la mano en ello, claro está).
Imagino que las vías radicales, la de mentir constantemente o la de decir en todo momento la verdad, son extremistas, y como todas las posturas radicales entrañan consecuencias nocivas. El Kantiano, a mi parecer, resulta un pensamiento utópico, a la vez que sumamente atractivo (cómo lo son casi todas las utoías), que de momento no me atrevo a poner en práctica, pq pienso que el peso de algunas verdades y la satisfacción moral de haberlas dicho, no compensarían de ninguna manera, el daño que con su implacable peso podrían ocasionar. Sería tremendamente egoísta a mi parece, andar con la verdad pura siempre entre los labios, no voy a ser hipócrita (al menos en este sentido), ni mucho menos en este blog, dónde me he propuesto escupir lo que pienso, y por eso mismo no voy a darles la dirección a ninguno de mis conocidos. Es mi particular experimento.
Y volviendo ahora a la premisa formulada por Kant, me pregunto (a modo de reflexión final):¿se podría vivir en sociedad si suprimieramos radicalmente las mentiras?

lunes, 1 de diciembre de 2008

TENGO 31 AÑOS

Tengo 31 años, hace año y medio que salí del armario (siempre fui medianamente consciente de mi inclinación), y tras una historia fallida, conocí a la que a día de hoy es mi actual pareja. Ella tiene 29, y vive a una hora en AVE de mi ciudad. Como bien habréis supuesto, nos conocimos a través de un chat, y en breve se cumplirá un año de nuestra primera cita (concretamente el día 21 de Diciembre). Fue un regalo anticipado que las Navidades del año pasado me trajeron. Desde entonces nos hemos visto prácticamente cada semana... ¡Adif debería hacernos descuento!Por desgracia, y de momento, no hay planes de ponernos a vivir juntas, yo por mi parte estoy atada con la finalización de mis estudios, y ella, sigue viviendo en el armario...Así que de momento paciencia.
Yo nunca antes había mantenido una relación a distancia, y lo cierto es que está resultando algo complicado. El teléfono, el messenger... ufff... esos malos entendidos, esa incomunicación que provocan los mismos ( y limitados) sistemas de comunicación de los que hoy disponemos...
Sin ir más lejos, esta misma noche hemos discutido, y supongo que por eso he terminado aquí, delante del ordenador, tratando de ordenar con mis palabras los sentimientos encontrados que colisionan entre si cada vez que las cosas se tuercen.
Es curioso...la quiero por lo que es, y sinembargo (en ocasiones) desearían a toda costa que fuese de otra manera. Supongo que es la química de los contrastes la que hace que me haya calado de la manera que lo ha hecho. Vereis, yo soy una persona emocional, anárquica, detallista, de hablar largo y tendido, en gran medida transparente... Y ella, ella es racional, estructurada, más bien reservada, y exageradamente "muy suya". Esta yuxtaposición de características me ha valido de contrapeso, y de alguna manera me ha servido para equilibrarme, para ponerme los pies en el suelo, y divorciarme (un poco) de mis extravagancias y mis arranques impulsivos. Lo cierto es que desde que estoy con ella me voy gustando más, me ha "domesticado", tal y como le pasó al zorro en su encuentro con el Principito... y me encanta que haya sido así... Pero (y ahí viene el reverso de esta historia) a veces me gustaría que ella también se hubiese contaminado algo de mi particular desbarajuste, que se dejara vivir más y viviese, que amara las palabras y las entendiera como puentes hacia el otro... Igual ella tiene idéntica sensación pero a la inversa (no lo sé, ya os digo que es muy callada)... Supongo que el arte reside en saber dejar pasar el tiempo, y así, poco a poco, se acaba encontrando el punto justo... Ya veremos.

PRIMERA BOTELLA AL MAR

Tiempos de crisis, económica y en mi caso también emocional... Y es precisamente por ello, que desenfundo el teclado y me decido a zambullirme en la llamada "ciberesfera". En otros tiempos, más boyantes, hubiese solicitado los servicios de un terapeuta, pero si me puedo ahorrar unos euros utilizando el instrumento del blog como mi vomitadero particular, declino la consulta del especialista y me sirvo (gratuitamente) de esta ventana al exterior, para sacar lo que llevo por dentro... al fin y al cabo, ambas posibilidades (la del terapeuta y la del blog) no distan tanto en cuanto a su cometido.
Inicio esta andadura en secreto, prefiero no comentar a nadie de mi círculo la existencia de este pequeño espacio, dado que eso acabaría por restar autenticidad a mis letras, escribiría condicionada y por lo tanto, mis letras resultarían menos libres.
Este primer post lo lanzo como una botella al mar, sin saber si llegará a ser decubierta por alguien, o permanecerá navegando en el anonimato más absoluto. Lo importante para mí, en este preciso instante (me viene a la cabeza ahora el verso de Carvajal), es que tengo un pequeño escondite, un rincón apartado y clandestino, dónde puedo desahogarme a mis anchas, dónde me brindo la oportunidad de no esconderme, viniendo a ser como esa pequeña patria en la que uno puede fecundar sus sentimientos más arraigados, aparcando el temor de que se le mueran dentro.
La palabra es terapéutica, es el camino (más corto o enrevesado), es la música que acompaña al alma, la personificación del pensamiento, el mejor medicamento... ASÍ QUE:HABLEMOS.